Howard, Rey De Los Semipesados

En un combate tremendamente competido, donde ambos púgiles dieron sendas lecciones de profunda profesionalidad, el tinerfeño Howard que, al igual que Domínguez, se presentaba como coaspirante al título español de los semipesados, dio una extraordinaria alegría al público que se congregó en la plaza de Toros, al conseguir, con toda justocia, el título ante un rival que jamás, durante los diez asaltos dio su brazo a torcer.

La experiencia de de Howard, primero en Alemania y, luego, en Francia, donde se adiestró con grandes campeones y "sparrings" de lujo, resultó extremadamente positiva, pues nos ofreció, aparte de su acrisolada valentía, un gran sentido de la anticipación, una notable guardia y, de forma especial, una formidable rapidez en su puño izquiero que fue toda una pesadilla, un látigo, un constante flagelo para el gallego que se vio superado, con holgura en la primera parte del combate, con un Howard tranquilo, preciso, esgrimiendo un estupendo juego de piernas que mojaba la potencia que Domínguez venía atesorando en sus puños.

Con optimismo, con fe en el triunfo, con una concienzuda preparación, el púgil tinerfeño, siempre jaleado desde las sillas y las gradas, fue, en muchos asaltos, el claro dominador, on golpes tan nítidos como espectaculares, donde el gallego siempre enarbolaba su peligro.

Al finalizar el noveno asalto, Howard era, por escaso margen de puntos, el vencedor de una contienda que había sido bien dirigida por el árbitro Ofretorio. Pero en el décimo y último asalto, en su esquina no estuvieron muy afortunados o el isleño desoyó los consejos, ya que, de forma tan absurda como suicida, se entregó con tanta valentía como ceguera, a un infernal intercambio de golpes que pudo darle una desagradable sorpresa.